
Hoy vengo a azotaros con la cruda realidad y a desvelaros una información muy dura.
Tengo una ligera sospecha de que esa información para algunos será difícil de digerir emocionalmente y complicada de asumir racionalmente, pero vivir en la ignorancia no es la solución, así que yo lo suelto y que cada uno lo afronte como pueda.
Os advierto que lo que vais a leer a continuación contiene información que puede herir la sensibilidad de algunos lectores más delicados. Por si acaso alguien no se ve capaz de resistir emocional y mentalmente lo que os voy a decir, que no lea.
Bueno, pues cuidado que allá voy: los que trabajamos por cuenta propia y ofrecemos servicios cobramos por ellos.
Dinero.
No es que despreciemos el trueque. La insistencia de cobrar dinero es, más que nada, por cuestiones prácticas. Al final a uno le falta espacio para almacenar todos los cacahuetes, plumas, piedras preciosas o esclavos. Además, luego es un lío porque el frutero no me quiere cambiar las patatas por collares de conchas, la panadera no acepta pieles de ñu y los del Mercadona me dicen que no necesitan alpargatas.
Sé lo que estáis pensando. Que os acabo de decepcionar, que me odiáis porque he arruinado vuestra ilusión y que os he creado un trauma, como cuando os contaron que el Ratoncito Pérez en realidad era vuestra tía Trini. Pues qué queréis que os diga. La vida es dura, amigos.
Ya puestos que os estoy revelando crueldades de la vida, para terminar os voy a dejar con una desilusión más: no ofrecemos la modalidad de pago llamada «ya si eso».
A lo que voy es que nos gusta que nos paguen en el momento en el que uno contrata nuestros servicios.
Lo de que el cliente nos proponga que curremos tres meses con su página web y, ya si eso, en el caso de que el resultado final deleite su vista nos abonará lo debido, no nos sienta demasiado bien.
Manías que tenemos los autónomos.
Que paséis buen fin de semana.